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NO AL SILENCIO

Samuel Parra

La literatura indígena se diferencia del resto de obras literarias por la cosmovisión distinta que tienen sus escritores. Darles espacio a estos narradores es abrir una grieta en este círculo tan elitista que debe renovarse constantemente para poder sobrevivir.

¿Qué se busca? Preservar las lenguas indígenas es una oportunidad de ver el mundo desde otra perspectiva, una tarea de todos y una deuda interna aún pendiente con quienes desde su origen han luchado y garantizado la continuidad y presencia de la historicidad multicultural que ha forjado y distinguido nuestra identidad como nación.

Fotografía: Gabriel Rodríguez de Alba

La etiqueta indígena se sostiene en solo dos generalizaciones: por un lado, se trata de lenguas que descienden de lenguas que se hablaban en este territorio que hoy llamamos México antes de que sucediera algo tan extralingüístico como la llegada de Hernán Cortés; por otro lado, son lenguas que han sido históricamente discriminadas y, durante mucho tiempo, incluso combatidas. La literatura indígena no existe, existe en todo caso, literaturas en diversas, incluso contrastantes, lenguas indígenas.

Del intercambio entre lenguas, entre poéticas y tradiciones podría participar también el español. Tal vez, del mismo modo en el que se crea una novela en zapoteco un día sea posible la publicación de un libana, género poético propio de las lenguas zapotecas, creado en la lengua de Jorge Ibargüengoitia. Las interacciones poéticas entre todas las lenguas, indígenas o no, podrían conjurar ese imperativo absurdo de que la interculturalidad solo puede y debe construirse desde un solo lado.

Fotografía: Gabriel Rodríguez de Alba

Los indígenas, a través de sus escritores, están recuperando su voz después de cinco siglos de silencio impuesto, encerrados en la oralidad marginal de sus comunidades. Están reinventando su palabra, naciendo de nuevo como individuos y como representantes de sus respectivas etnias, con la visión de sembrar sus palabras como semillas de cultura a los cuatro vientos, es decir, hacia todo el mundo. Terminó el tiempo del encierro en sí mismos y empezó el tiempo de abrirse a los demás para iniciar un intercambio fructífero. Esto sea dicho con optimismo, porque toda apertura conlleva riesgos que se deben tomar en cuenta y que, por los resultados esperados, vale la pena correr. En general, estos escritores se sienten muy orgullosos de su condición indígena y de los valores de su propia etnia; todos se asumen como transmisores de valores, símbolos e ideas heredadas de sus antepasados, y en ese sentido siguen siendo “tradicionales”, es decir, respetuosos de la tradición a la que pertenecen y de donde toman su identidad.

Todavía no los ha contaminado el aspecto negativo de la modernidad, con su carga de individualismo feroz, desencanto, ruptura con el pasado, etcétera  ni han cedido a la tentación de la experimentación formal. En ese sentido, siguen siendo “auténticos”, y reconocemos en ellos cualidades de sencillez y naturalidad, transparencia y autenticidad, con una belleza de alma cercana a la del mundo original.

Sin tratar de idealizarlos, considero que representan un resurgimiento del impulso expresivo que nace de un doble movimiento: la fidelidad a los orígenes y la apertura a la creación de nuevos mundos, en donde sean incluidos y aceptados con todo su bagaje cultural.

Fotografía: Gabriel Rodríguez de Alba

Conservación y creación son los dos ejes de esta dialéctica poética. Eligen sus temas y expresiones inspirados en su propia tradición, alejados del intelectualismo abstracto, los barroquismos expresivos y las versificaciones extravagantes; le dan a la forma su valor justo porque saben que es la superficie exterior de su discurso, pero lo que desvela y oculta al mismo tiempo. Lo realmente importante para su corazón y su espíritu es “hacer arte con amor”, arte que no sea pura forma vacía, puros sonidos huecos, arte que permita convertir su palabra en la imagen eterna de su presencia en esta sociedad contemporánea que, día con día, a pesar de irles abriendo espacios, sólo les permite “sentirse parte de la Nación” desde su mirada, desde su etnia, pero no en los espacios de la modernidad.

REFERENCIAS

Cabrera, Conrado. “Lo mexicano y el indio en la obra literaria novohispana”. Cultura Novohispana. Ensayos de investigación interdisciplinaria. María Marcelina Arce y Sainz (ed). México: BUAP, Facultad de Filosofía y Letras, 2008.

Bigas, Torres Silvia. La narrativa indigenista mexicana del siglo XX. México D.F.: Universidad de Guadalajara, 1990.

Lazo, Raimundo. Historia de la literatura hispanoamericana. México D.F.: Porrúa, 1983. Colección Sepan cuántos… 38

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Publicado por Huérfanos de Saturno

Somos crítica del mundo en que vivimos y crítica de la literatura, crítica de la crítica y esa crítica es creadora siempre. La crítica del lenguaje se vuelve creación de un lenguaje.

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