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VIOLENCIA HECHA POESÍA

Samuel Parra

¿Es poesía el verso que no rima? ¿Es violencia quedarse callado? ¿Es arte la expresión humana? ¿Es dolor llorar a un muerto? ¿Es esperanza no denunciar? ¿Es vida enterrar el silencio? Es una reflexión breve, sencilla, después de leer el Poemario «Restos», del michoacano Jesús González Mendoza.

La obra fue ganadora del Sexto Premio Iberoamericano de Poesía Joven Alejandro Aura que otorga el Gobierno de la Ciudad de México a través de la Secretaría de Cultura local.

Al Poeta le conocí en un viaje a su estado natal, participé en la Feria Intercultural del Libro de Tacámbaro. La Promotora Cultural Jox Castelo y el Artísta Plástico Eli Maciel fueron los anfitriones, a quienes les agradezco que me presentaron a Jesús, el nazareno de la poesía.

¿Cómo dotas a la poesía de belleza y crudeza? Te pregunto porque en tu libro mencionas a la violencia desde distintos ángulos, pues lo mismo habla de descuartizados y víctimas del crimen organizado, que de un animal que sufre la tortura y la muerte en un rastro.

— No es una búsqueda el dotar la poesía de belleza y crudeza; busco la fuerza de las cosas que se dicen, la energía en la forma de decirlas. Como mencionas, en algunos de mis poemas hablo de cosas crudas por sí mismas, pero es por su naturaleza, la violencia es cruda sea cual sea el tratamiento que se le dé, incluso desde la ironía o la broma barata.

En cuanto a la belleza, que es un valor relativo, es algo que todo artista busca, a su forma, a sus ideales, a sus apuestas estéticas. Uno busca la mejor forma de decir las cosas, de la forma más concreta en mi caso.

Escribir un libro es como calzar zapatos amarillos, vestir saco sport y bordear las piernas con una bermuda. El autor es un motor fuera de borda que serpentea entre la euforia y la depresión; la adrenalina y la pasión pasiva; lo moral y lo político.

Restos

¿Tiene el poeta un compromiso político o social?

— Sí, y el que lo niega es un ignorante, porque toda acción de un individuo es una acción política, desde el momento en el que el padre de familia se sienta al frente de la mesa, como diciendo el que manda aquí soy yo, o la forma en la que hablamos, con cierta jerga, popular o académica. Todo esto establece posturas políticas. La forma en la que escribimos, como nos expresamos a través del arte, son manifestaciones políticas. Por esto, negar la parte política del arte es admitir que las obras son parte de un régimen, y no de una protesta. Sin embargo, reniego de cualquier color político, de cualquier bandera.

RESTOS es un antes y un después en el existir de quien lo lee, o por lo menos eso significó para mí. Considero que es imposible para cualquiera de nosotros comprender la magnitud de la violencia en México.

Creo que no se puede describir lo que tu cuerpo y tu mente sienten en el momento en que te encuentras delante de miles de fosas clandestinas que representan cientos de historias truncadas. El sentimiento de impotencia que uno percibe es insostenible, y es irresistible pensar que sólo quedan restos de todas esas personas reducidas a cenizas, partículas sin rostro que una vez tuvieron sueños e ilusiones, y que por la maldad del egoísmo no se les permitió estar aquí ahora con nosotros. Para Jesús González Mendoza, solo quedan las influencias.

 ¿Cuáles son tus influencias literarias?

— Todo nos influye, pero también buscamos huir de nuestras propias influencias. Borges, Pessoa, José Emilio Pacheco, Rulfo, Kawabata, Eros Alessi, Rimbaud, Baudelaire, Josefina Vicens, María Luisa Bombal, Amparo Dávila, Sergio Galindo, María Auxiliadora Álvarez, Mario Levrero… son sólo algunos nombres de los que leo, aunque realmente mi biblioteca no es tanto de nombres, sino de obras específicas que determinan una parte de mí, como El hombre de los hongos de Galindo o El libro vacío de Vicens.

No se puede entender que después de dichos acontecimientos históricos todavía sigan ocurriendo crímenes parecidos, en donde otra vez el Estado está involucrado y apoyando dichos sucesos. Porque es importante recalcarlo con todas sus letras: el gobierno mexicano está involucrado directa (actor) o indirecta (con su ineficacia e inacción) en los niveles de descomposición y violencia que vivimos. Ya ni siquiera nos asusta escuchar las muertes, los hechos violentos son algo a lo que estamos acostumbrados, y aparecen en las noticias como si fuera normal que haya un país plagado de fosas comunes. Hace 50 años, si los escritores querían salvar al mundo, lo que ellos hacían era crear una revista. Eso les sucedió a dos grandes autores.

Jesús González Mendoza.

Recientemente se anunció que la Escritora Malva Flores ganó el Premio Mazatlán de Literatura, por su libro Estrella de Dos Puntas, donde habla sobre la relación de Octavio Paz y Carlos Fuentes. ¿Qué opinión tienes de ambos personajes?

—Cada uno de estos escritores representa una parte importante de la historia de la literatura mexicana, llena también de las peculiaridades de la misma historia mexicana. Paz fue un gran poeta, sin embargo, parece que en la actualidad son otras cosas más las que pesan, los trasfondos políticos, los pleitos amorosos. No creo que esto esté mal, pero también creo que la discusión debe ir más adelante, dejar de ver con nuestra conciencia contemporánea a quien nació en 1914 (aunque tampoco hablo de ser omisos de la historia, sino de juzgarla de acuerdo a su contexto para poderla entender).

 En cuanto a Carlos Fuentes, lo he leído menos, pero también es una parada necesaria en la producción literaria del siglo pasado, representa a México dentro de un movimiento editorial importante de ese siglo y fue alguien muy ligado a la opinión pública del país hasta los últimos días de su vida. No obstante, al igual que Octavio Paz, dentro de su obra hay grandes aciertos, como también hay desaciertos. 

Se reportan cientos de muertes y las autoridades no responden en nuestro país, no se hacen responsables de los hechos y desaparecen cuerpos como si no tuvieran valor alguno; sin duda alguna en México la impunidad es lo que predomina. Casos como el de Ayotzinapa, en nuestra historia reciente, son muestra de esto. O los más de 35 mil casos documentados de desapariciones forzadas.

¿Qué podemos hacer frente a esto? Creo que la respuesta más fácil, y a la vez más complicada, es romper ese cáncer silencioso en que vivimos y que se llama indiferencia, que permite que los hechos violentos ocurran, y se ceben en asesinatos de muchos miles de mexicanos por todas partes del país.

El punto en común que comparten todos los hechos violentos, que ocurren en México, es que todos estos sucesos tienen en el silencio y la indiferencia de la sociedad a sus principales cómplices. Imaginemos por un momento lo que se podría evitar si la sociedad mexicana en su conjunto no fuera indiferente ante estos hechos y no siguiera al pie de la letra aquel célebre poema de Martín Niemöller que dice: Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista/ Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista/ Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío/ Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.

Y es que el silencio, también es lenguaje.

¿Qué es el lenguaje para un poeta?
 

— Es la forma a la que se adapta el contenido. Es el vaso donde va el agua. Es la paleta de colores del pintor, las teclas del pianista, para no escapar del cliché. Es la forma finita con la que el poeta es infinito.

Como el lenguaje es la forma en la que el pensamiento se materializa, de alguna forma, de acuerdo a lo que creen algunos lingüistas, la lengua determina la forma en la que se piensa, a pesar de que todas las lenguas tengan estrategias lingüísticas distintas para decir lo mismo, pero más allá de eso, la lengua es la memoria de una cultura.

Perder los sonidos del purhépecha —o de cualquier otro idioma originario— sería perder una parte de la humanidad. Que las lenguas originarias se sigan hablando, y que tengan una producción literaria, nos permite recordar que somos habitantes de un territorio conquistado y aculturado.

En Michoacán, existen grandes representantes de esta lengua, como Ismael García Marcelino, que no olvido cuando en un Encuentro de Poetas del Mundo Latino, en el Teatro Ocampo en Morelia, inundó de música a través de las construcciones onomatopéyicas naturales del purhépecha. Un texto intraducible y que ya por su propia música nos dice cosas que en el español jamás podríamos decir de esa forma. También Rubí Huerta o Elizabeth Pérez Tzintzún son excelentes representantes.

FILIT

Y es curioso cómo la muerte juega un papel raro en mi vida de letras, mientras escribo estas líneas, unos familiares rezan el Rosario porque falleció una tia; no participo porque no soy creyente. Hace cuatro años, me llegó la inspiración de un cuento infantil durante el último día del novenario de otro familiar.

Aquí, solo hay restos.

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Publicado por Huérfanos de Saturno

Somos crítica del mundo en que vivimos y crítica de la literatura, crítica de la crítica y esa crítica es creadora siempre. La crítica del lenguaje se vuelve creación de un lenguaje.

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